En el colmo de los lujos, esta entrada la escribo desde una canoa mientras recorro los backwaters de Kerala, en este caso desde Alappozha, donde llegamos ayer procedentes de Fort Kochi. Para visitar estos infinitos kilómetros de canales que transcurren de forma paralela a la costa hay muchas opciones, desde las casas-barco, enormes y lujosísimas, que te ofrecen cruceros de varios días, hasta las canoas a remo, silenciosas y discretas, capaces de llegar hasta los canales más pequeños, donde los grandes no pueden, que es lo que hemos elegido nosotros. Cuatro horas de calma que nos están pareciendo más que suficientes, a menos que quieras sentirte perdido en la selva tropical, como si de un reality se tratara.
Nuestro remero es un canijillo que apenas sabe cuatro palabras en inglés, que utiliza adecuadamente: mango (para señalar árbol del mango), eagle (para señalar águila), snake (para señalar serpiente) y temple (para señalar templos, que es lo que más le gusta, ya nos hemos dado cuenta). El paisaje es precioso y lo mejor es que navegas a la altura del agua y de los cormoranes mientras pescan. Ha habido un momento que la vegetación del canal se cerraba tanto que no podíamos avanzar pero "mi Mateo" se ha puesto a remar como un loco, para enorme sorpresa y risas del barquero, y hemos salido victoriosos. En ese momento, con Mateo remando delante y el barquero detrás, mientras iba semitumbada bajo el techo de palmera de la canoa, no puedo negarlo, me he sentido la reina de la India! También ha sido muy amable y se ha dedicado a recogerme las flores que encontrábamos en nuestro camino: lotos, nenúfares e incluso ha hecho una parada para que una mujer me cortara un par de hibiscos. Yo se las he devuelto al río en la puerta del mismo templo donde nuestro remero se encomendó a la ida para que el viaje saliera bien, lo cual le ha encantado, claro.
La entrada la publico ya desde la playa de Varkala, donde llegamos anoche, mientras me tomo un té verde helado, después de haber recorrido los alojamientos disponibles en busca de un lugar agradable donde quedarnos un par de días. La elegida ha sido Black Beach (playa negra), una playa pequeña pero preciosa junto a la de Odayam, donde nos quedamos anoche en una supersuite que nos costó sólo 27 euros (no tengo fotos, llegué tan cansada...), pero que queda un poco retirada del meollo de chiringuitos. Black Beach queda más cerca de la de Varkala que, sorprendetemente, aunque es la famosa, no tiene ningún interés. Vamos a dormir en las últimas cabañas, en la zona más tranquila pero lo suficientemente cerca de los restaurantes y centros ayurvédicos, que aquí los hay a millones. A ver si nos damos un buen masaje por fin!
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