Pasamos el día en esta pequeña ciudad a las puertas del desierto pero rodeada de un palmeral impresionante. Lo más característico de Tozeur es la arquitectura de ladrillo visto. Todas las fachadas están recubiertas de ladrillos de adobe formando dibujos geométricos preciosos. Hasta la medina es así, el barrio viejo o Ouled El-Hadef, donde rodaron unos diez segundos que aparecen en la película El Paciente inglés, cuando lo detienen a él. Se ve cómo lo trasladan en un todo terreno entre sus arcos.
Comemos en un restaurante popular, El Medina, que nos da buena pinta. Pedimos brik y kefta al estilo tunecino, que siempre es igual: un relleno/complemento de patata, atún, huevo y especias. El brik lo rellenan con él y al kefta se lo añaden a la masa de la carne. El menú de los dos, más las cocacolas y el té, nos cuesta 8 dinares tunecinos (unos 4,5 €).
Por la mañana, paseando por los alrededores del mercado, me compro una libreta made in tunicia para mi colección (1d) y un bolso de viajes estupendo, descolorido y medio roto, que parece haya hecho ya más viajes que yo (10d). Lo cambio inmediatamente por el que traigo.
Túnez es un país moderno y occidentalizado, probablemente de los más desarrollados del norte de áfrica, y se nota por todas partes. Pero hemos visto en la puerta de una mezquita una escena que me ha encogido el corazón. Tres mujeres, vestidas de negro y cubiertas totalmente por un velo, pedían limosna tiradas en el suelo, tiradas y enterradas por la tela negra, de la que no emergía ni una mano ni un ojo. Nada, absolutamente nada de ellas era visible. De hecho, si no te parabas, ni te dabas cuenta que debajo de esos trapos había personas. No querían fotos, por supuesto. Aunque nosotros no pudiéramos verlas a ellas, ellas sí nos veían. Y estuvieron nerviosísimas hasta que nos alejamos.
Después de comer, camino de la ciudad nueva, nos hemos tomado un té con piñones que va a ser un highlight del viaje, seguro. Luego siesta en el hotel, hace mucho calor. Salimos al atardecer y entre las tiendas para turistas, nos enseñan durmiendo en un cestito, a un precioso zorro del desierto. Es el amigo de El principito, me dice Mateo, y la verdad es quizá una hija de ella sí podría ser, porque luego nos enteramos que se llama Catrina, como el huracán, nos dice su dueño.
También hemos visto cabras por la ciudad, rebuscando en los cubos de la basura. En Tozeur no hay perros ni gatos, raro, muy raro, pero la cabras hacen su función.
Terminamos la noche, después de cenar en restaurante para turistas que está muy bien, fumándonos una chicha en el bar más animado del pueblo. Por lo que se ve, los turcos llegaron hasta aquí. En el interior, más de 50 hombres fuman también chichas y miran con atención una película de Rambo. Dos chicos jóvenes están sentados al otro lado, con sus portátiles. Fuera, donde nos sentamos nosotros, más mesas y hombres fumando, esta vez charlando entre ellos, y decenas de vespinos aparcadas en doble fila por la acera. Son el modo de transporte más popular de aquí. Por eso hay pequeños surtidores con la mezcla que usan en todas las esquinas. Nadie los atiende. Cada uno deja su moneda, gira una manivela y se sirve, o eso me ha parecido entender a mí. Están por todas partes y su líquido rojo brillando a contraluz es precioso.
Fotografía: Té con piñones, Tozeur.
Comemos en un restaurante popular, El Medina, que nos da buena pinta. Pedimos brik y kefta al estilo tunecino, que siempre es igual: un relleno/complemento de patata, atún, huevo y especias. El brik lo rellenan con él y al kefta se lo añaden a la masa de la carne. El menú de los dos, más las cocacolas y el té, nos cuesta 8 dinares tunecinos (unos 4,5 €).
Por la mañana, paseando por los alrededores del mercado, me compro una libreta made in tunicia para mi colección (1d) y un bolso de viajes estupendo, descolorido y medio roto, que parece haya hecho ya más viajes que yo (10d). Lo cambio inmediatamente por el que traigo.
Túnez es un país moderno y occidentalizado, probablemente de los más desarrollados del norte de áfrica, y se nota por todas partes. Pero hemos visto en la puerta de una mezquita una escena que me ha encogido el corazón. Tres mujeres, vestidas de negro y cubiertas totalmente por un velo, pedían limosna tiradas en el suelo, tiradas y enterradas por la tela negra, de la que no emergía ni una mano ni un ojo. Nada, absolutamente nada de ellas era visible. De hecho, si no te parabas, ni te dabas cuenta que debajo de esos trapos había personas. No querían fotos, por supuesto. Aunque nosotros no pudiéramos verlas a ellas, ellas sí nos veían. Y estuvieron nerviosísimas hasta que nos alejamos.
Después de comer, camino de la ciudad nueva, nos hemos tomado un té con piñones que va a ser un highlight del viaje, seguro. Luego siesta en el hotel, hace mucho calor. Salimos al atardecer y entre las tiendas para turistas, nos enseñan durmiendo en un cestito, a un precioso zorro del desierto. Es el amigo de El principito, me dice Mateo, y la verdad es quizá una hija de ella sí podría ser, porque luego nos enteramos que se llama Catrina, como el huracán, nos dice su dueño.
También hemos visto cabras por la ciudad, rebuscando en los cubos de la basura. En Tozeur no hay perros ni gatos, raro, muy raro, pero la cabras hacen su función.
Terminamos la noche, después de cenar en restaurante para turistas que está muy bien, fumándonos una chicha en el bar más animado del pueblo. Por lo que se ve, los turcos llegaron hasta aquí. En el interior, más de 50 hombres fuman también chichas y miran con atención una película de Rambo. Dos chicos jóvenes están sentados al otro lado, con sus portátiles. Fuera, donde nos sentamos nosotros, más mesas y hombres fumando, esta vez charlando entre ellos, y decenas de vespinos aparcadas en doble fila por la acera. Son el modo de transporte más popular de aquí. Por eso hay pequeños surtidores con la mezcla que usan en todas las esquinas. Nadie los atiende. Cada uno deja su moneda, gira una manivela y se sirve, o eso me ha parecido entender a mí. Están por todas partes y su líquido rojo brillando a contraluz es precioso.
Fotografía: Té con piñones, Tozeur.
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