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NO ME TOQUES EL MUNZUR!

El 29 de julio, con base en Erzincan, hicimos una larga excursión hasta TUNCELI y OVACIK, dos núcleos kurdos en la zona ubicados en el MUNZUR VADISI MILLI PARK (el Parque Nacional del Valle del Munzur). El Munzur, uno de los principales afluentes del Eúfrates, es el río que da nombre también al valle, encajonado entre impresionantes montañas rocosas rojizas llenas de vegetación, un paisaje que ya habíamos visto pero que nos siguió cautivando, sobre todo por el uso que la gente hacía de él. A lo largo de la Anatolia turca hemos atravesado espacios naturales maravillosos vacíos, ríos estupendos en los que nadie se baña, lagos preciosos por los que no se navega... En fin. Sin embargo aquí, en pleno corazón del territorio kurdo, era diferente, había gente por todas partes, bañándose o acampados a la orilla del río, con sus alfombras y sus teteras. Pura vida.

Sin embargo, o precisamente por eso y por lo que contaré más adelante, el gobierno turco tiene previsto construir una serie de pantanos en el valle (como ya hemos visto que han hecho en otras zonas preciosas, que han destrozado, con excavadoras gigantes, cientos de camiones moviendo tierra, plantas de hormigón... y todo a una escala que nos ha recordado a las grandes obras de ingeniería civil que están haciendo en China). La construcción de los pantanos supondría inundar el valle y todos los pueblos que allí se ubican y, por consiguiente, la reubicación de todas esas personas, que serían expulsadas de sus tierras. Un drama que ya vivimos en España y parece que aquí, en Turquía, van a repetir (y ya están repitiendo) a una escala que me parece sobrehumana. La gente de aquí se está movilizando, intentando parar el proyecto bajo el lema "No me toques el Munzur" pero entre que son kurdos y que al gobierno turco no me imagino que se le pueda hacer cambiar de opinión con facilidad (véase asunto armenio), no les auguro mucho éxito.  

DERSIN, como llaman los kurdos a Tuncely, es famoso por ser el origen de los levantamientos que reivindican una nación para este pueblo sin tierra. En 1937 tuvo lugar la que dirigió Seyyid Riza-i-Zaza, uno de los líderes de las tribus de la región, que no fue la primera pero sí la que consiguió enfadar más a los turcos que, desde entonces, implantaron una ley marcial, específica para esta zona, que declararon "tierra de nadie" y le cambiaron el nombre por Tuncely, que significa "mano de bronce" (que entiendo será algo parecido a nuestra expresión "puño de hierro"), para que las cosas quedaran claras. Seyyid fue condenado a muerte y ejecutado ese mismo año. Lo ahorcaron en Elazig, junto a su hijo, su hermano y otros compañeros de rebelión. Y empezaron las detenciones, los desplazamientos, las persecuciones... que siguen hasta ahora, como pudimos observar por los infinitos y férreos controles militares que tuvimos que atravesar para llegar. Controles con tanquetas, metralletas, barricadas de hormigón y pinchos... Y sobre todo cara de pocos amigos. A nosotros nos trataron genial y no tuvimos ningún problema, en cuanto dices que eres "turis Spanya" todo son sonrisas: Barsa, Real Madrid, Casa de Papel! 

La mayoría de la gente que vive aquí, además de ser kurda también son alevíes, una versión moderada del islam que permite rezar a hombres y mujeres juntos. De hecho, en la cultura kurda las mujeres mandan tanto (o más) que ellos. Detestan el integrismo islámico y han sido ellas y ellos, armadas y organizadas en humildes guerrillas, luchando juntos, las únicos que han conseguido deparar los pies y derrotar al Estado Islámico en Siria, toda una lección de humildad para las grandes potencias. Todo esto, y mil motivos históricos más que desconozco, han convertido al pueblo kurdo en una de las heridas abiertas de la actual Turquía.

Los días siguientes seguimos recorriendo esta zona del noreste turco y le dimos la vuelta al lago Van. Seguíamos en territorio kurdo. Y fue terrible lo que vimos. Esperábamos zonas turísticas, abarrotadas de hoteles asomados al precioso lago ubicado a más de 1500 metros de altura y rodeado de montañas que aún conservaban la nieve en verano. Pero fue todo lo contrario. Controles y más controles militares, carreteras hechas polvo, ciudades empobrecidas y olvidadas en sus infraestructuras principales, casas superhumildes, niños mendigando, gasolineras cerradas, hoteles abandonados... Al principio no entendíamos nada: si es una zona preciosa, por qué no viene nadie hasta aquí??? Por qué no hay hoteles, por qué no hay atracciones para turistas, barcos para dar la vuelta al lago, motos de agua de alquiler... Si esto es el paraíso! Pero un día, tomando un té en un chiringuito en Ercis, el único que vimos que parecía hecho con cariño, terminamos hablando con el dueño y nos dió las claves. Ya habíamos parado allí cuando empezamos a dar la vuelta al lago. Y cuando terminamos de hacerlo volvimos porque lo declaramos, sin duda, "el lugar más agradable del lago Van". Nos dijo que eran kurdos, que toda la gente que vivía por allí también lo era, que estaban deseando pertenecer a Europa porque éramos "la civilización", que en Turquía no había democracia, que no les gustaban nada los pocos turistas iraníes ni saudíes que pasaban por la zona, que ellos se bañaban mientras ellas miraban... Todo esto lo supimos con la ayuda de Google translate, claro. Nos enseñó algunas palabras en kurdo (gracias! spaass!!!) y nos preguntó cuándo volveríamos. Le dijimos que cuando él abriera un bonito hotel, en el mismo lugar donde tenía el restaurante. Entonces, tras reírse mucho, se puso muy serio y nos dijo que sus hermanos y hermanas estaban luchando por la libertad del pueblo kurdo. Y esa era su prioridad. Los hoteles vendrían después. Nos dejó sin palabras.   

Ese mismo día, por la tarde, porque no hay más que ponerse en movimiento para que el universo te ponga delante lo que te corresponde, cuando andábamos buscando gangas y grullas damiselas por esos páramos infinitos, nos encontramos
con un montón de coches parados, en medio de la carretera, en torno a un dolmus, esos pequeños autobuses que llegan a donde no llega nadie. Mucho revuelo, gente subía, bajaba. Los coches se ponen en marcha. En el primero y el último agitan pañuelos rojos desde las ventanas. Como veníamos calientes con el tema kurdo, nos dió por imaginar que acabábamos de asistir a algo importante, que lo mismo llevábamos delante a uno de sus líderes. Y los seguimos.

A los pocos kilómetros se metieron por un camino de tierra. Y nosotros detrás. Y según abrimos la puerta del coche tuvimos claro lo que pasaba. La música sonaba atronadora. Estábamos en una boda! Una boda kurda, claro. Y allí nos quedamos, Mateo con los hombres y yo con las mujeres. Llegamos en el momento en el que ellas empezaban a bailar, delante de los novios (ella llevaba un vestido verde impresionante), lo que suponemos es una danza típica, cogidas de los meñiques y formando un círculo que nunca se cierra, sólo se amplía cuando se incorpora una más. La única norma es que quien se ponga en los extremos debe agitar un pañuelo rojo mientras baila. Uno al principio y otro al final, como vimos que hacían en los coches Los músicos tocaban y cantaban en directo, debajo de una sombrilla, con su teclado, su amplificador y sus instrumentos tradicionales, que no supimos identificar, una especie de guitarras pequeñas de madera, con seis cuerdas (creo). Y todo el pueblo estaba allí, los invitados principales mejor arreglados, los demás con su ropa de cada día... Entonces nos dimos cuenta que eran superhumildes. La boda se estaba celebrando en medio de un prado, junto a un corral y una pequeña casa de bloques de barro, al lado de la cual se ubicaba otra aún más minúscula, que era la cocina. Una cocina que tenía solo una pequeña ventana y un agujero en el suelo, donde el fuego ardía bajo una olla enorme, llena de carne que destaparon para nosotros mientras la cocinera, que era un amor, nos cogía un trozo con sus propios dedos, enrojecidos por la henna (me pareció ver pero apenas había luz dentro) y nos lo dió. Ese era todo el menú previsto para el banquete. Y litros y litros de té, con azúcar que descargaron en sacos del dolmus que habíamos seguido. Fue impresionante y superemocionante el cariño con que nos acogieron, como si fuéramos unos parientes que habíamos venido de lejos a la boda. Nos podíamos haber quedado allí todo el día... Pero teníamos que seguir ruta hasta Erzurum. Nuestro viaje se acababa y debíamos volar a Estambul.

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