Seguimos recorriendo los valles georgianos, camino de Kars, la gran cuidad de la zona (unos 75.000 habitantes). Estuvimos dudando si ir o no ir porque todo el mundo que encontramos en el camino nos decía que para qué. Pero menos mal que al final decidimos llegar hasta allí. Porque a Kars hay que llegar, no se pasa camino de ningún lugar, excepto Ani, la vieja ciudad armenia.
Ubicada cerca de la frontera de Armenia (que está cerrada porque son "enemigos"), lo único que sabíamos de Kars era lo que Pahmuk, el gran escritor turco, nos contaba en su novela "Kar" (nieve en turco): una historia sobre un periodista de Estambul, llamado Ka, que se desplaza hasta allí en pleno invierno ("un lugar muy bonito, muy pobre y muy triste"), para investigar, bajo una nevada interminable, una serie de suicidios que estaban teniendo lugar entre muchachas jóvenes de la ciudad a las que obligaban a quitarse el pañuelo para acudir a clase. Turquía es un país musulmán pero a principios del s.XX Ataturk, el gran ídolo nacional, hizo un gran esfuerzo por reconstruir la patria turca, que se estaban repartiendo a trozos los franceses, los británicos, los italianos y los griegos después de la derrota que sufrió en la I Guerra Mundial. Kemal Ataturk cerró las escuelas religiosas, adoptó leyes europeas, prohibió el uso del velo musulmán, le dió voto a las mujeres y cambió el alfabeto árabe por el latino. Luego llegó Erdogan y retrocedieron pero esa es otra historia.
También sabíamos que Kars se había convertido en el destino de moda entre los instagramers de Estambul, que viajan en tren hasta allí, en pleno invierno, para hacer cientos de fotos de la nieve.
Pero lo que vimos al llegar nos sorprendió. Además de perros hechos polvo (aquí no los cuidan como en Estambul o Izmir), había un montón de tiendas chulas de quesos y miel porque aquí confluye todo lo que se produce en las infinitas praderas que atravesamos, llenas de pastos verdes y flores. Los quesos de Kars son famosos e intentamos comprar alguno. Mateo hasta hizo una cata de todos los posibles, frescos, curados, envueltos en pieles de oveja, con vegetales, con agujeros... Pero no nos gustaron mucho. Son completamente diferentes a los que tenemos por Europa, su textura es elástica y su sabor a veces indiferenciable de unos a otros. El más familiar es el que llaman "fresco" que, en realidad, se parece mucho al feta (otra coincidencia griego-turca más, junto a la del café y los bailes típicos) aunque aquí lo consumen también en hebras y granulado. El resto, hasta los curados, son amarillos y blandos, una especia de cheddar con sabor agrio.
Aunque lo mejor de Kars, sin duda, es Ani, la que dicen fue capital del imperio armenio durante los siglos XI-XII y que se ubica en la misma frontera con este país (cerrada y vigilada desde múltiples torreones). De hecho, el río que rodea la ciudad actúa como frontera natural en un entorno impresionante, con gargantas rocosas y paredes excavadas como en la Capadocia. Aunque Ani es patrimonio de la humanidad, esperábamos ver unas cuantas ruinas y poco más. Lo que habíamos leído en la guía y las fotos que habíamos visto por internet no anticipaba para nada lo que nos encontraríamos. Y es que Ani es una de las grandes visitas imprescindibles de Turquía. No tiene el refinamiento de Éfesos pero su tamaño es impresionante. Ocupa toda una colina y hacen falta horas para recorrer sus palacios, sus iglesias, el bazar, los baños, la muralla y hasta la que se considera la primera mezquita otomana, que no es más que una iglesia armenia a la que le añadieron, al conquistarla los turcos, un torreón octogonal precioso. La belleza de sus construcciones tan austeras resulta moderna y hay que leer dos veces los carteles para convencerte de que tienen más de mil años.
PD: El título de esta entrada es un homenaje a la canción de Silvio Rodriguez "Ojalá", que nos acompaña durante este viaje. Y la he usado para recordar que lo que Pahmuk escribió sobre Kars me recuerda más a un canto de desamor, escrito desde el dolor. Kars no es esa ciudad triste de la que habla, donde la religión lo invade todo y un silencio mortal asfixia la vida. Todo lo contrario. Para mí esa ciudad es Erzurum y ojalá llegara a saber alguna vez por qué lo hizo, si escribió la novela pensando en Erzurum o es que Kars alguna vez fue así...
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