Los días se precipitan y apenas tengo tiempo para escribir así que hoy haré una entrada resumen de nuestros recorridos desde Kars a Yusufeli. El 19, 20 y 21 de julio convertimos KARS (y el hotel Konak, con un guapo y amable recepcionista turkmeno que hablaba inglés!) en nuestra base. Desde allí recorrimos los valles georgianos (y el monasterio de Oski), visitamos ANI (la ciudad armenia en ruinas patrimonio de la humanidad), el lago KUYUCUK (destino para los pajareros británicos que vienen hasta aquí para ver nosabemosqué porque nosotros no vimos casi nada) y SERIKAMIS (otro de los destinos de nieve famosos, más popular que Erzurum pero también muy bonito, aunque sin nieve entendemos que no es lo mismo), donde nos hicimos un trekking bajo la lluvia, después de hacer un picnic bajos los árboles. Lo más interesante de este paseo es que encontramos cientos, miles de fragmentos de obsidiana, ese mineral negro precioso. Se suponía que por allí también había lobos y osos pero mi instinto animal me decía que de eso nada de nada. Mucho pino silvestre, mucha vaca y mucha obsidiana. Y ya.
De Kars salimos el 22 hacia el lago CILDIR, que nos gustó mucho más porque estaba lleno de mariposas (para nosotros siempre será "el lago de las mariposas") y el lago AKTAS, en la misma frontera con Georgia, donde nos encontramos a un padre y un hijo franceses, de Toulouse, que llevaban unos meses viajando por allí con su 4x4 superequipado. Se iban a reunir con el resto de la familia (las chicas) en Antalia y desde allí volverían a Francia todos menos el hijo, que empezaría a partir de ahí un viaje de un año, como mínimo, a pie, para dar la vuelta al mundo. Toma!
Aunque la tuvimos cerca, no se nos ocurrió pasar a Georgia porque justo al otro lado ya habíamos estado, así que nos dimos la vuelta y nos perdimos en el Parque Nacional WARAGOL SAHARA, después de atravesar un puerto de montaña impresionante con una niebla espesa, de las que no te dejan ver a dos metros. DIcho así no parece tan difícil como fue porque a la niebla hay que sumar: 1) que no hay líneas pintadas en la carretera, 2) que por la carretera apenas caben dos coches, 3) que no hay quitamiedos ni ningún elemento reflectante en las orillas, para indicar que hacia abajo hay más de dos mil metros de caída, y 4) lo más importante, las vacas siguen circulando por la carretera aunque haya niebla.
Pero como siempre pasa, después de ese infierno se abrió ante nuestros ojos un paraíso, el hotel LASET (www.laset.com.tr), donde nos acercamos temerosos a tomar un té, porque no soñábamos que pudiéramos pagar esa preciosa cabaña de madera, escondida en medio del bosque, en una ubicación inmejorable, hecha a todo lujo y donde ni siquiera nos cobraron el té, porque para esas minucias no estaban ellos. Pero podíamos! Nos costó 250 liras (unos 40 euros), superdesayuno incluido. También cenamos allí, atendidos de maravilla, junto a una maravillosa chimenea con el fuego encendido. Y cuando estábamos tomándonos un té antes de acostarnos, en su preciosa terraza, abrazados por abetos gigantes, se nos presentó el guapo Metecem Celik, "el dueño de todo esto", nos dió la mano, se sentó con nosotros y con el inglés que pudimos entre los tres nos apañamos para charlar un rato. Le contamos que habíamos llegado por casualidad, perdidos en la niebla, y nos agradeció mucho que nos quedáramos. Nos contó que los osos se acercaban cada noche hasta allí y nos recomendó insistentemente que al día siguiente hiciéramos una visita al lago Negro, el lago KARAGOL. Nos hizo un mapa a mano, en el que estaban señalizados todos los cruces y las distancias, nos dió su número de teléfono y nos dijo que al día siguiente, si nos apetecía, nos esperaba en los bungalows que tenía en otra parte del parque. Se despidió con elegancia turca y ahí nos dejó, con la boca abierta, sabiendo que eso era un profesional!
Al día siguiente, claro, antes de ir al lago nos acercamos a los bungalows a saludarlo. En cuanto nos vio, salió a recibirnos con amabilidad, nos volvió a invitar, esta vez a un café turco, y nos deseó buen viaje hasta el lago, que resultó ser una preciosidad aunque, para nuestra sorpresa, había un montón de turcos que también lo conocían y andaban por allí con las familias de picnic. Aún así mereció la pena.
De allí seguimos viaje hasta ARTVIN, después de atravesar una garganta preciosa que se están cargando a base de hacer pantanos, uno detrás de otro. El plan era dormir allí porque la ciudad es famosa por estar descolgada en la montaña pero vi tanta miseria al llegar, tantos perros hechos polvo, entre camiones y coches polvorientos, que se me secó el alma. Así que comimos algo y seguimos ruta infernal hasta YUSUFELI, un pueblecillo sin ningún interés donde dormimos en el mejor hotel que pudimos encontrar. Sólo le quedaban tres habitaciones: una con la cama rota, otra con el aire acondicionado roto y otra con la ventana rota. Elegimos la tercera opción que resultó, además, no tener agua caliente. Pero no se puede tener todo! Al menos conseguí una rebaja.
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