Ayer, mientras conducíamos camino de Prienne, la siguiente ciudad en ruinas que queríamos visitar, paramos a comer en un sitio que encontramos siguiendo letreros en la carretera. Se llamaba Gelebeç y resultó ser un precioso café-boutique, ubicado en la falda del Parque Nacional Dilek que rodea esta zona, frente a la isla griega de Samos. Comimos de maravilla y como me gustó tanto, estaba hecho con tanto amor, le hice un montón de fotos para que lo viérais bien.
De allí nos dirigimos a Güllubahçce, donde nos alojamos en la única pensión de la zona, un refugio con piscina y jardín, desde donde os escribo hoy, después de haber visitado las ruinas de Prienne, que nos han encantado, entre otras cosas porque las hemos disfrutado con muchísima menos gente que las de Efeso. Prienne fue una pequeña ciudad que no llamó la atención de nadie, ya que en esta zona hay tantas ruinas griegas que no dan a basto a restaurarlas (aquí cerca también está Mileto, entre otras). Así que las ruinas están bastante intactas, escondidas entre un bosque de pinos (no sabéis cómo se agradece visitar ruinas a la sombra!) aunque hemos encontrado a unos arqueólogos trabajando en ellas, escoba y teodolito en mano. La ciudad tiene mucho encanto y está construida con piedra negra de la impresionante montaña en cuya falda se ubica. Y su teatro es el mejor conservado de los que hemos visto hasta la fecha porque aún se puede ver casi intacto el escenario, con sus columnas, o los asientos hechos en piedra por completo de los importantes de la época.
Ahora nos dirigimos no sabemos hacia dónde. Pero eso os lo contaré en la próxima entrada...
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