Ayer nos dedicamos a visitar algunos museos de la ciudad porque nos habían dicho que eran magníficos y no queríamos dejar de verlos. Además son gratis, algo que se agradece porque aquí toooodoooo es carísimo, como mínimo, el doble que en España. Por ejemplo, un café cuesta 2,50€; 6 manzanas: 3€; una cerveza: 5€ (y eso que son productores y consumidores a granel; por cierto, hemos descubierto que, a pesar de lo que beben los irlandeses, jamás hemos visto, en el tiempo que llevamos aquí, un camión descargando barriles de cerveza en la puerta de un bar, así que empezamos a pensar que la Guinnes, que tiene la fábrica aquí, los alimenta directamente con tuberías subterráneas!); y sigo enumerando precios, para que se sepa que eso de comparar España con Irlanda es un timo. El sueldo medio de una cajera de supermercado son 2.000€, lo cual explica que un menú normalujo valga, mínimo, 20€ (los hemos llegado a ver anunciados hasta de 120€); un sandwich y un té: 8€; salir a cenar fuera: 40€ por cabeza, como mínimo, sin vino; una copa de vino normalujo: 7€; el té de las 5, con buffet de sandwiches: 30€... En fin, es infinita la diferencia. Para todo lo demás, visa o mastercard.
Pero estas miserias se olvidan paseando por la ciudad, que es preciosa, y visitanto sus museos. La National Gallery es algo así como nuestro Museo del Prado, y digo algo así porque no es tan grande ni tiene tantos fondos, al menos expuestos, pero tiene obras interesantísimas y hasta un magnífico Caravaggio que no podía ser más impresionante, entre otras joyas. Disfruté mucho paseando una y otra vez por sus galerías y dándome cuenta de lo mucho que le debe la fotografía contemporánea a la pintura de los últimos siglos, y no me refiero especialmente a la del XX sino más bien a la de siglos anteriores, del Renacimiento a las Vanguardias, quizá.
Luego fuimos a la National Library (la Biblioteca Nacional) que se puede visitar y usar, si quieres, y además todos los que nos atendieron fueron amabilísimos aunque se notaba a la legua que sólo éramos unos turistas intelectualoides que nos moríamos por sentirnos de allí y hacer esa biblioteca nuestra. Tienen una sección de microfilms de película, llena de gente trabajando en ella con sus portátiles encima de la mesa, buceando en legajos de no se sabe cuándo, y otra de árbol genealógico que es alucinante. Te ayudan a buscar las raíces de tu familia mediante los apellidos, y te ayudan de verdad, porque tienen una sala entera dedicada a eso, llena de libros y ordenadores con bases de datos inmensas, más cuatro o cinco personas ayudándote en lo que quieras. Impresionante. La sala de lectura es aún más bonita, con una cúpula gigantesca por donde entra luz natural a raudales.
En la misma Biblioteca también pudimos ver una exposición magnífica sobre Yeats, un escritor de la tierra, que ya podían aprender a hacer los de las bibliotecas de allí porque te daba ganas de leer sus obras completas. Por ejemplo, tenían una proyección de grabados contemporáneos al autor y fotografías históricas de los lugares donde había vivido o escrito, y sobre ella, mejor dicho delante de ella, como a un metro de distancia, otra proyección de sus poemas sobre una malla translúcida que dejaba ver la imagen de fondo, pero desenfocada, y el texto delante, recitado por la voz de alguien que debía ser importante y hacerlo muy bien pero que no sabíamos reconocer, claro, que juntas eran hechizantes y hacían que te pudieras quedar allí sentada en la sala que habían creado, recogida pero no claustrofóbica, a diferencia de tantas otras que he visto, que parece que si te metes a ver el video sola te va a comer el lobo!. El resto de la exposición lo integraban vitrinas, originales, fotos, objetos personales, libros, etc, y otras salas de proyección que me enamoraron porque eran reproducciones de habitaciones de casas, su despacho o lugares con los que debió de estar vinculado, montadas exactamente igual, con sus fotografías en las paredes, sus estanterías llenas de libros, su sofá y sus cojines, su moqueta, por supuesto, y una pantalla con el video que tocara, que explicaba tal o cual etapa de su trayectoria. Lo dicho, impresionante.
Pero lo más impresionante, lo que nos robó el corazón para siempre fue el Museo de Historia Natural, un vetusto edificio detenido en el tiempo, lleno de animales disecados y esqueletos del XIX y XX de todos los países del mundo: desde grandes mamíferos como ballenas, elefantes, jirafas, leones... a minúsculos insectos, pasando por aves, roedores, peces... todos ellos atrapados en sus urnas de cristal, mirándote a los ojos y pidiendo a gritos una nueva vida, si eso fuera posible... Un ejemplo de museo anciano, claro, pero quizá ahí radicaba su encanto, esa sensación de haberse quedado absolutamente fuera de juego a pesar de haber sido tan y tan importante para las ciencias naturales durante muchos años nos hechizó. Todas las fotos de esta entrada le pertenecen porque se lo merece.
Pero estas miserias se olvidan paseando por la ciudad, que es preciosa, y visitanto sus museos. La National Gallery es algo así como nuestro Museo del Prado, y digo algo así porque no es tan grande ni tiene tantos fondos, al menos expuestos, pero tiene obras interesantísimas y hasta un magnífico Caravaggio que no podía ser más impresionante, entre otras joyas. Disfruté mucho paseando una y otra vez por sus galerías y dándome cuenta de lo mucho que le debe la fotografía contemporánea a la pintura de los últimos siglos, y no me refiero especialmente a la del XX sino más bien a la de siglos anteriores, del Renacimiento a las Vanguardias, quizá.
Luego fuimos a la National Library (la Biblioteca Nacional) que se puede visitar y usar, si quieres, y además todos los que nos atendieron fueron amabilísimos aunque se notaba a la legua que sólo éramos unos turistas intelectualoides que nos moríamos por sentirnos de allí y hacer esa biblioteca nuestra. Tienen una sección de microfilms de película, llena de gente trabajando en ella con sus portátiles encima de la mesa, buceando en legajos de no se sabe cuándo, y otra de árbol genealógico que es alucinante. Te ayudan a buscar las raíces de tu familia mediante los apellidos, y te ayudan de verdad, porque tienen una sala entera dedicada a eso, llena de libros y ordenadores con bases de datos inmensas, más cuatro o cinco personas ayudándote en lo que quieras. Impresionante. La sala de lectura es aún más bonita, con una cúpula gigantesca por donde entra luz natural a raudales.
En la misma Biblioteca también pudimos ver una exposición magnífica sobre Yeats, un escritor de la tierra, que ya podían aprender a hacer los de las bibliotecas de allí porque te daba ganas de leer sus obras completas. Por ejemplo, tenían una proyección de grabados contemporáneos al autor y fotografías históricas de los lugares donde había vivido o escrito, y sobre ella, mejor dicho delante de ella, como a un metro de distancia, otra proyección de sus poemas sobre una malla translúcida que dejaba ver la imagen de fondo, pero desenfocada, y el texto delante, recitado por la voz de alguien que debía ser importante y hacerlo muy bien pero que no sabíamos reconocer, claro, que juntas eran hechizantes y hacían que te pudieras quedar allí sentada en la sala que habían creado, recogida pero no claustrofóbica, a diferencia de tantas otras que he visto, que parece que si te metes a ver el video sola te va a comer el lobo!. El resto de la exposición lo integraban vitrinas, originales, fotos, objetos personales, libros, etc, y otras salas de proyección que me enamoraron porque eran reproducciones de habitaciones de casas, su despacho o lugares con los que debió de estar vinculado, montadas exactamente igual, con sus fotografías en las paredes, sus estanterías llenas de libros, su sofá y sus cojines, su moqueta, por supuesto, y una pantalla con el video que tocara, que explicaba tal o cual etapa de su trayectoria. Lo dicho, impresionante.
Pero lo más impresionante, lo que nos robó el corazón para siempre fue el Museo de Historia Natural, un vetusto edificio detenido en el tiempo, lleno de animales disecados y esqueletos del XIX y XX de todos los países del mundo: desde grandes mamíferos como ballenas, elefantes, jirafas, leones... a minúsculos insectos, pasando por aves, roedores, peces... todos ellos atrapados en sus urnas de cristal, mirándote a los ojos y pidiendo a gritos una nueva vida, si eso fuera posible... Un ejemplo de museo anciano, claro, pero quizá ahí radicaba su encanto, esa sensación de haberse quedado absolutamente fuera de juego a pesar de haber sido tan y tan importante para las ciencias naturales durante muchos años nos hechizó. Todas las fotos de esta entrada le pertenecen porque se lo merece.
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