Hace un par de días estuvimos en Foça, un maravilloso pueblo de la costa donde no me importaría pasar una temporada, escribiendo un libro, por ejemplo. Fundado en el 600 a.C. es la tierra natal de los foceos, aguerridos marinos que ya eran famosos entonces por la velocidad de sus barcos, impulsados por pequeños equipos de remeros con los que fundaron numerosas colonias en el mediterráneo, como Marsella o Córcega. El sitio es perfecto: las casas son de piedra, tienen buganvillas en la puerta y están asomadas al mar, con sus barcas en la puerta, o escondidas entre callejuelas cubiertas con parras o grandes higueras, con unos cuantos gatos y perros tendidos al sol plácidamente. Un paraíso, a pesar del turismo turco que llega hasta aquí. La paz del lugar neutraliza a todos y se respira una tranquilidad que ya quisiera Mazarrón, que podría haber sido esto, quizás...
Este sitio es famoso, como os contaba en una entrada anterior, porque en sus costas viven algunos de los últimos ejemplares de foca monje del mediterráneo (no hemos visto ninguna, claro, porque si yo fuera foca y estuviera en peligro de extinción, tampoco me pondría a posar para los turistas en las playas, mejor refugiarse en las islas más remotas, no?).
Como consecuencia, el tramo que hay entre la nueva Foça, una agrupación de casas residenciales, y la vieja Foça, el pueblo original, unos 20 kms, está protegido y además acoge al cuerpo especial del ejército de operaciones subacuáticas de Turquía, lo que provoca, a su vez, que las mejores calas sean accesibles sólo para los militares. Aún así, quedan unas cuantas más preciosas y ayer pasamos la mañana en una de ellas, rodeados de familias con tiendas, toldos, alfombras, ollas e infiernillos para el té, además de colchonetas, flotadores, toallas, sillas y demás artilugios playeros. Exactamente igual que cuando nosotros íbamos a la playa hace unos años, y que nadie disimule. Ellos van a la playa a pasar el día y no tienen ninguna prisa en llegar. Aquí nadie madruga porque, como es natural en el mediterráneo, se trasnocha.
El paseo marítimo de Foça es pura vida por la noche. Todo el mundo, jóvenes y viejos, sale a la calle y pasea o saca sus sillas a la calle o se sienta en las maderas que lo prolongan, sustituyendo a la arena, y se pasan horas pescando, charlando, comiendo pipas o helado, mientras miran ese lengendario mar que los arropa. Hay una heladería famosa en el mismo paseo en la que las colas empiezan a las 5 de la tarde, más o menos, y hasta donde vimos nosotros, se prolongan ininterrumpidamente hasta más de la 1 de la madrugada, sin parar. No pudimos resistirnos e hicimos cola también. Yo me pedí uno de nueces y Mateo otro de higos, con la ayuda de una encantadora pareja turca que nos hizo de traductores. Los helados turcos no se parecen a los que conocemos, que son de "ascendencia" italiana, pero están riquísimos también. La diferencia principal que pude apreciar es que son más chiclosos o elásticos, como si llevaran miel. Dicen que se debe a que están hechos con harina de salep, una pequeña orquídea salvaje que crece por aquí y que recolectan y dejan secar para después moler. En invierno se la toman caliente, con leche y canela, mmmm.
Después del día de playa, y antes de iniciar rumbo a Esmirna, desde donde os escribo, nos desviamos del camino para visitar un pueblecito de montaña de los alrededores de Foça, Kozbeyli, donde nos tomamos unas limonadas naturales riquísimas, debajo de una parra.
repito que estamos todos bien asi que sigáis disfrutando
ResponderEliminarYa veo que Lolo te ha hecho un comentario, siento una alegria muy grande de saber que os esta gustando tan
ResponderEliminart
e estai
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ya veo que estaras tranquila , tus chicos estan bien, y vosotros estupendamente, Turquia merece la pena de visitarla, con lo que te gustan los helados y los tiene ahi tan ricamente, a ver si Mateo te hace alguna foto a ti que podamos verte, por aqui todo bien MUCHA CALOR y nada nuevo que sigais disfrutando de todo. Un besaso de MAMA
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